Salvador Villanueva (Otros poemas hasta ahora inéditos)
Ya
escribe versos
que
guarda en su biblioteca.
Recientemente ha perdido algunos
dientes
y tiene un brazo enyesado.
Es
un viejo loco y evitado
y
estos son algunos hitos
en
su vida.
(2001)
Todavía
no tan viejo.
Todavía
el fauno recala
en
la visión de los sexos
y
el día o la noche
se
coronan de esperma.
Todavía
un gallo canta
en
mi cabecera,
una
nota afina mis nervios,
un
color y una forma
rebuscan
mis entretelas;
una
palabra llama, me rapta,
y
me hace la vida más antigua y nueva.
Todavía
no
para
dejar de hacer ese ruido
que
es canto y es gloria funesta.
Sueño
en la noche estrepitosa
y
en la mañana que es víspera
de
nada. Sueño el sueño que la
abigarrada
noche
me dio y la mañana me quitara.
Pienso
en el último Pund
que
vio Ferlinghuetti desde Spoleto
y
en Borges llamando desde Ginebra
a
Bioy Casares para despedirse
del
amigo y de la vida.
Sueño
el cuarto a solas y en silencio
y
las austeras paredes.
Bello
fue el momento en que nos reencontramos, Mircea,
agotada
la nómina de nuestros proyectos,
la
voz cansada, las manos temblorosas,
el
bastón aquilino, los espejuelos zafios,
bello
el momento del recuento breve
y
los silencios largos.
Tengo
cincuenta y cuatro años.
Soy
diabético Tipo I con diagnóstico
de
complicaciones relacionadas
tales
como retinopatía diabética
y
neuropatía diabética.
En
la cuenta figuran también
dos
discos herniados
producto
de una antigua lesión
mal
tratada y que ahora se traduce
en
un dolor que irradia desde
la
espalda baja hacia el glúteo
izquierdo
y la pierna correspondiente,
haciéndose
evidente que a veces cojeo.
No
ha de faltar la clásica melancolía,
médicamente
llamada ahora Depresión
Mayor
y con la apostilla de Síndrome Bipolar.
Prefiero
la soledad y vivo ajeno
al
mundo de las relaciones.
Escucho
mi ser en el patio
repleto
de gallos y guineas.
Disfruto
e intimo con ciertos escritores,
pero
sólo en la letra, pues en persona
ya
se sabe que es otra cosa.
Nada
me parece extraño
y
estoy relativamente bien.
GRACIAS.
Voy
a cumplir cincuenta y cinco años
y
en estos días llueve incesante e insoportablemente.
He
escrito una carta a mi hija que inicia
con
la inevitable expresión a flor de labios:
Sigue lloviendo.
Es
una carta rara para esta época navideña,
pero
fue lo que pude escribir
casi
tocando los cincuenta y cinco
y
con tiempo de lluvia sobre mi cabeza.
Que
me perdone mi hija o, mejor, que me comprenda
por
todo el mal humor que puse en esa carta
mientras
seguía lloviendo
y
yo me apresto a cumplir cincuenta y cinco.
REGALO
Era la noche del 31 de diciembre del 2001. Estábamos
reunidos. De pronto llegó Krizia con sus apenas tres años
a cuestas y su mirada escrutadora que inmediatamente des-
lizó por las velas que en diferentes partes de la casa
ardían. Se detuvo ante un grupito de ellas, acercó una de
sus manitas y dispuso sus labios como si fuera a apagarlas,
pero temerosa del consabido regaño se volteó y en tono
asertivo dijo: Abuelito, hay cumpleaños. Y tenía toda
la razón del mundo y la cara como una luna inteligente
y el pelo rizo y flexible y radiante como el sol.
(C)
2002 Salvador Villanueva